Cuentos e historias

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El ratoncito y la ratonera

Había una vez un ratoncito que vivía en una granja muy alejada de la ciudad. Un día, el cartero trajo un paquete. Emocionado, corrió a ver lo que era y cómo el granjero y su esposa lo abrían. ¡Uy! ¡Era una enorme ratonera! ¡Varias ratoneras!

Entonces, fue adonde la gallina gritando:

- ¡Turuleca! ¡Turuleca! Les han traído una ratonera. ¡Una ratonera! - Y a mí qué me importa. Preocúpate tú. Déjame tranquila. - Pero es que... - ¡Largo de aquí, ratón impertinente! ¿No ves que tengo que atender a mis pollitos?

Entonces, fue adonde la cabra:

- ¡Bebe! ¡Bebe! Les han traído una ratonera. ¡Una ratonera! - Y a mí qué me importa. Preocúpate tú. Déjame tranquila. - Pero es que... - ¡Largo de aquí, pesado! ¿No ves que tengo que atender a mis cabritos?

Entonces, fue adonde la vaca:

- ¡Clarabella! ¡Clarabella! Les han traído una ratonera. ¡Una ratonera! - Y a mí qué me importa. Preocúpate tú. Déjame tranquila. - Pero es que...- ¡Largo de aquí, chinchoso! ¿No ves que estoy haciendo leche?

Una tarde, la esposa del granjero estaba barriendo la casa y oyó "¡Snap!". La ratonera había saltado. Corrió al lugar y estiró la mano para ver. Pero una serpiente la mordió. Era venenosa. Su colita había hecho saltar la trampa.

La mujer se puso muy mal, de modo que vinieron a visitarla sus parientes cercanos. "¿Qué les invito?", pensó el granjero. "Ya sé. ¡Caldo de gallina!". Y degolló a la gallina.

Pero su esposa siguió empeorando y falleció, de modo que todos los vecinos vinieron al funeral. "¿Qué les invito?", pensó el granjero. "Ya sé. ¡Cordero al horno!". Y degolló al cordero.

Pero quedó tan endeudado con los gastos del funeral que pensó: "¿Y ahora qué hago? Ya sé. ¡Venderé la vaca!". Y fue al camal y vendió la vaca para pagar sus deudas.

El ratoncito razonó: "Que conste que les avisé, pero no me hicieron caso".

Moraleja: Nunca mandes a volar a alguien que quiere comunicarte algo que dice que es importante.

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"Trata bien a la vaca"

Un joven estaba buscando trabajo en las serranías. Se acercó a un ganadero y le ofreció sus servicios.

"Justo estoy necesitando alguien que ordeñe la vaca", le dijo. "Todo lo que tienes que hacer es: 1) darle su comidita, 2) hacerle cariño, 3) ordeñarla y 4) llevar la leche a la tienda del pueblo. Allí te pagarán tanto. De ese dinero te pagaré tu jornal cada día. ¿De acuerdo?". A lo que el joven dijo: "Sí". Era un trabajo sencillo y rutinario. ¡Qué bendición!

Hizo su trabajo muy bien por algún tiempo. Pudo comprarse todas las cosas que necesitaba. No le faltaba nada. Pero una mañana estaba sentado, pensando en lo que sería su futuro, y una abeja lo picó en el cuello. Comenzó a saltar y a gritar y a sobarse el cuello. Estaba tan amargo que dio un puntapié a la vaca: "¡Por tu culpa, ya ves!".

Se frotó un ungüento para la inflamación, le trajo su comidita a la vaca y se sentó a ordeñar a la vaca, pero esta vez no le dio leche. Por más que lo intentó, no le extrajo ni una gota. Entonces fue adonde el ganadero, quejándose y diciendo que esta vez la vaca no quiso dar leche.

- ¡Pero que hiciste, muchacho! - ¡Nada! La ordeñé como todos los días. - ¿Seguiste las instrucciones? - ¡Sí! - ¿Le diste su comidita? - Sí. - ¿Le hiciste cariño? - Sí. - Dime la verdad, mentiroso. - Bueno, me picó una abeja y le di una patada. - ¡Que! ¡Estás despedido!

Y el ganadero pasó la voz a todos sus amigos de la comarca contándoles lo que había hecho a la vaca. Y nadie volvió a emplearlo nunca.

Moraleja: Sigue las instrucciones y serás feliz; maltrata a los clientes y no volverán a comprarte, las ventas bajarán y terminarás en la calle.

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Los tontos más tontos

Una vez, varios muchachos bravucones vieron pasar de largo a un joven de apariencia inofensiva. Pensaron que sería una víctima fácil. El líder del grupo lo llamó diciéndole cosas, pero el joven siguió de largo sin prestar atención, lo cual fue interpretado como una falta de respeto. Como siguió llamándolo y no respondió, fue interpretado como un desafío. No pudieron soportarlo. Su orgullo fue puesto a prueba por aquel chico que, sin immutarse, siguió de largo, haciendo caso omiso de todas las palabrotas y amenazas que le lanzaron.
No contentos con insultarlo, decidieron que su osadía debía pagar un precio. Corrieron hacia él, lo empujaron, le dieron de punetazos y, finalmente, lo mataron y dejaron allí mismo, tirado.
Después de mucho tiempo, los investigadores dieron con el paradero de los asesinos y los arrestaron. Les dijeron que enfrentaban cargos por asesinato, y la pena, de darse, sería de cadena perpetua. Pero una pregunta que sus padres querían que ellos respondieran era por qué se ensañaron con un chico que era tan bueno, que nunca le había hecho mal a nadie en toda su vida. La respuesta del líder fue: "Porque no se detuvo cuando le dijimos que se detuviera, y porque no nos hizo caso cuando le advertimos que si no se detenía, le iría muy mal. Simplemente siguió caminando. No nos obedeció. Eso nos enfureció."
Entonces, sus padres les dijeron: "No se detuvo porque no pudo detenerse. Nuestro hijo era sordo. No oyó nada de lo que ustedes le dijeron".
Moraleja: Nunca des por sentado que están oyéndote... aunque grites.

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